Palidez de rostro lunar

Ella se ilumina cuando tú la aludes, la mientas. le nombras, le mientes, te la mientas en la no­che: ella se te presenta exotista, voluptuosa y desnuda se baña de claro de luna, en esta tierra de desencanto mirando la palidez de tu rostro en el arcano, mas ¿cómo es posible que con tu propia re­velación en el bolsillo estés prendida de una mirada y hasta lo compares con la luz de un planeta satelital, cuasi prefabricado? ¿Dónde está tu moral de insolencia?

Pero el te mira en ese perpetuo espesor. lo veo como un lobo perdido aullando en el pico o como un perro haciendo el ridículo en los estacionamientos a la luz de los focos rastreros; por­que, es verdad, ella se abismó en su rostro, creyendo sus ojos los últimos de este mundo, en el fuero de la naturaleza, el ojo del tigre incorrupto como el pecho de la paloma, ¡Bella ilusa le dirían!

Toda verdad es quimera del poder absoluto. El orden caótico del velo se rompe. Aparece el rostro que fuera el único entre los siglos que yo esperé, y el sorprendido zahorí halló otro y otros contra la fuente, rostros ciegos, catástrofe de amor, destrucción de todo lo presentido y adivinado -blanco-, dientes para roer la entraña de la nada y lengua ardida que sólo sabía negar lo que esperaba, la mentira en su verdad cabal. Ahora que la luna se ha vuelto más inútil que nunca, ni siquiera puedo decir "ros­tro lunar", sin que me llene de humillación.

Tendrá, tendría que buscar luminarias más recónditas, ya apagadas, o tener que darse al trabajo tan inepto de imaginar sin fe la estrella fija, con su propio sistema de combustión central, que se que­me en sí misma y en ella ese rostro de imán errabundo.

Decir que sí o que no es irrelevante. Ni la sola negación es capaz de destruir el milagro de esa simultánea desdicha. Sólo hundirse o cegarte cadáver de estrella caída entre la hostilidad de los cielos.