De los gozos inesperados

Todo el mundo tiene la lascivia y el deseo en el bolsillo como un pañuelo para sonarse los mocos, para unos el amor sólo es un señuelo para atraer el pez al pecado, y ya pescado sale todo lo demás… esta bien que se lo tomen como deseen, pero no esta bien especular con espejos haciéndolos pasar como males necesarios.

Los roces ronronean, más las caricias están comunicando al universo tu encaje en una red de sentimientos. Dicen que si hay libido todo lo demás viene por añadidura… Mas el corazón se resiente, no se puede cantar sin melodía, y menos si se trata de crear poesía, el oficio de amar no puede ser jamás poéticamente incongruente, eso sería penetrar sucio en la morada de los dioses, manosear los lienzos del paraíso con lechos de ríos vacuos, cauces de ripios insípidos, los pútridos mecanicismos del sexo utilitario.

Sátiros saturados de aburrimiento, desaire, hastío, porque no hace falta descubrir a Cezanne, Rimbaud, Baudelaire, Nietzshe o Borges para encontrar la muerte en pozo, o para encontrar la vida que contiene el maná que mana de la fuente de agua viva. No es necesaria la demostración de una perra vida o la angelical, pues todo es según el cristal con que se mire. No es preciso vivir en un desierto o en un océano para comprender que no estamos solos, basta con cruzar el río y mirar desde ahí el vertiginoso centro de un torbellino de alas elevándote en espiral en trances transaccionales de cristales y de luz donde ves el amor abriéndose paso desde el fondo de la carne y del abismo, haciendo destiempo y del espacio un esperadero de goces ineseprados